“¿Quién eres?”


El Señor te ha creado de manera única, ¿vives creyendo que eso es cierto?

Por Jaime Fernández

Michael Jordan era un adolescente que jugaba en el equipo de baloncesto de la universidad donde estudiaba. Cuando su entrenador hizo el equipo definitivo para la liga, lo descartó y puso en su lugar a un tal Leroy Smith. No tengo que hablar de quién llegó a ser Michael en el mundo del baloncesto. Lo que demuestra su carácter fue que, lejos de desanimarse, Jordan “se vengó” escogiendo ese nombre como alias cuando viajaba con los Chicago Bulls por diferentes hoteles de los Estados Unidos. Para que nadie supiese en qué habitación estaba hospedado, Jordan firmaba como Leroy Smith.

Pocas cosas hay tan importantes en la vida como saber quiénes somos. Dios nos hizo de una manera única y quiere que vivamos de una manera única. Nadie puede ser como nosotros, porque cuando somos nosotros mismos, honramos a nuestro Creador. Dios quiere que sea así, y la mejor manera de hacerlo es reflejando la imagen del Señor Jesús dentro de nosotros. Dios Padre ve a millones de hijos suyos reflejando la imagen de su Hijo unigénito, pero de una manera diferente. Todos somos como un espejo que refleja la gloria del Señor Jesús y vamos transformándonos en su misma imagen (2 Corintios 3:18). Dos versículos más atrás, Pablo menciona cuál es uno de los trabajos del Espíritu Santo: ser el vínculo de comunión y amor entre el Padre y el Hijo. Es el Espíritu Santo el que pone en nosotros el rostro del Señor Jesús, sellándonos cuando le recibimos en nuestra vida. Y el mismo Espíritu va transformándonos para llegar a ser quienes realmente somos, pero con las características del Señor. Esa transformación es llevada a cabo “con el rostro descubierto”, porque no tenemos que ocultar nada a Dios.

Él nos conoce de una manera perfecta. Entiende nuestras cualidades y nuestros defectos. Nos conoce y nos ama. Más vale que vivamos siempre cerca de él, cara a cara. Quizás esta verdad fundamental suena muy teológica, así que vamos a poner un ejemplo muy práctico. Si estás leyendo esto en tu habitación, mira a tu alrededor. Vamos a dejar a un lado, por un momento, a las personas a las que amas, así que fíjate en todo lo que tienes en donde vives: en las paredes, en los armarios, en la mesa, las fotos, la música, lo que hay en tu ordenador, lo que llevas contigo cuando sales… En cierta manera, ese es tu espejo, lo que tú eres. Lo que amas, lo que tienes cerca, aquello a lo que le damos valor. ¿Algo de lo que te rodea refleja la gloria de Dios? (¡Espero que muchas cosas!). ¿O solamente cuando vas a la iglesia se ve algo de Dios en tu vida? ¿Tienes que esperar a que llegue el domingo para verte como un cristiano? Otro ejemplo: imagina que hoy a las 17.00 hs se sabrá absolutamente todo de ti: lo que tienes, lo que haces, lo que piensas… (¡Es solo una broma, no te preocupes!). ¿Tienes algo que cambiar? ¿Qué se vería en el espejo? No te asustes. Dios trabaja en nosotros cada día de nuestra vida. Déjale que lo haga, ¡es lo mejor que puede ocurrirte! Hoy mismo, cuando estés estudiando, disfrutando, trabajando o descansando, el Espíritu de Dios puede moldear tu vida para que seas quien tienes que ser. Para que reflejes la imagen del Señor en tu vida.

Por Jaime Fernández
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